Llevo cuatro días pasando al amanecer por delante de una charca que queda a mano derecha de la carretera de Ruíz a El Venado, allá donde el río San Pedro sale de la Sierra Madre occidental y comienza su tramo final hacia su desembocadura en el Pacífico. Hoy me he decidido a echarle una ojeada a ver que me podía encontrar por ahí, aparte de una pareja de pijijes canelos que deben estar anidando en esa charca y que veo por el rabillo del ojo cada mañana cuando paso por ahí.
En esta parte del cauce, justo antes de llegar a la desembocadura, encontramos llanuras aluviales con suelos muy fértiles que se nutren del aporte continuo de los sedimentos del río en las diferentes crecidas que componen su ciclo anual. No es raro pensar que si eliminamos por completo estas inundaciones muchas personas vivirán mejor, ya que son fenómenos naturales con alto riesgo para los pobladores de la zona. Pero no debemos olvidar que la supervivencia de algunos ecosistemas fluviales depende por completo de estos ciclos de crecidas que llevan miles de años autorregulándose de manera natural.
Los humanos hemos aprovechado y modificado los ricos suelos de las orillas los ríos desde los albores de la agricultura.Quizá en algunos sitios merezca mucho más la pena dejar las cosas como están.