La vida de mucha gente está vinculada estrechamente a la salud del Río San Pedro. Varias comunidades, desde la sierra de Durango hasta la desembocadura del Río en la laguna de Marismas Nacionales en Nayarit, subsisten de lo que el Río proporciona continuamente. Los llamamos servicios ambientales o ecosistémicos. La comida, la protección, el agua, la contemplación, el entretenimiento, todo es proporcionado por el Río y, de alguna manera, sin costo. Antonio Castro lo sabe muy bien. Tiene dos pequeños terrenos a la orilla del Río, uno de ellos pegado a la carretera que sube la sierra. Acaba de arar la tierra para sembrar maíz; el Río le proporcionará el agua para su pequeña parcela. Tiene cafetales y árboles de lima también; cada mañana, consistentemente, se toma un vaso de jugo. Por las tardes, tiende una pequeña red agallera en el Río y se va a su casa de madera que son solamente tres paredes. Recostado en su cama ve directamente al Río, sin ningún obstáculo. Sus perros, la pulga y el lobo, junto con dos borregas, lo acompañan todo el tiempo. Por la mañana, recoge el pescado que capturo la red toda la noche y, junto con fruta y verdura que cosecha, los vende a los vehículos que circulan por la carretera. Este día estaba vendiendo dos bagres, peces bigotones que hacen un caldo sabrosísimo. “A ver, a ver, llévese los bagres, fresquitos, sabrosos, a cuarenta (pesos) el kilo” gritaba Don Antonio cada vez que pasaba un automóvil o autobús. Después de platicar con él por casi una hora y comprarle 20 limas de a peso, nos despedimos para regresar a nuestra lugar de trabajo. ¿Cuántos “Don Antonios” habrá en toda la cuenca del Río San Pedro? ¿Cuántos han desaparecido en aquellos ríos que se han contaminado y represado?