Buscando los abetos de la cuenca

Hace dos días volamos de nuevo hacia la sierra, a buscar los bosques de abetos de la cuenca. Unos 3 o 4 años atrás yo visité unos bosques preciosos y muy bien conservados en la cuenca media del San Pedro Mezquital. Quisimos sobrevolarlos, pero no los encontré, o tal vez ya no estaban….

Vimos muchos bosques, sí, pero también muchos de los que yo creo eran abetos, estaban secos, aparentemente afectados por alguna plaga o enfermedad, seguramente facilitada por condiciones de extrema sequedad que no favorecen a estos árboles.
Buscaba y buscaba desde el aire, pero no fui capaz de identificar los bosques que recordaba haber visitado cuando llegué a la cuenca y me dediqué un tiempo a conocerla, con ayuda de prestadores de servicios forestales que me guiaron por lugares bastante recónditos.
Y así nos acercamos al Cerro Gordo. El pico más alto de la cuenca, con 3340 msm.
Me emocionaba la idea de volar cerca de este gigante, lugar sagrado para tepehuanes y wixaritari (huicholes) a donde siempre quise acercarme.
Para los wixaritari, el Cerro Gordo es uno de los 5 lugares más sagrados, es el que indica el norte tomando como centro el corazón de la sierra huichola en Jalisco, y lo llaman Hauramanaka.
Desde lejos se apreciaba un incendio en la ladera oriental de la montaña, desde donde nos acercábamos. Aparentemente no era más que un pequeño incendio. Sin embargo al fondo, detrás de la enorme montaña, se distinguía una nata de humo sospechosa. Yo creo que las altas presiones y escasos vientos de estos días han hecho que el humo se quede como pegado a las montañas, en lugar de elevarse hacia el cielo.
Seguimos volando, rodeando la montaña por el sur, para darme cuenta que mis sospechas estaban fundadas. El espectáculo que vi creo que no lo olvidaré en la vida: el ¡!!!Cerro Gordo se estaba quemando!!!! Varios incendios aún estaban activos y otros ya habían dejado su rastro de muerte y humo que lo envolvía todo. ¡Simplemente impresionante y conmovedor! Creo que fue a partir de ese momento que comencé a marearme, y hasta horas después no me recuperé.

Pensé en los habitantes de la sierra, en la próxima peregrinación de los indígenas hacia su lugar sagrado subiendo por laderas calcinadas, pensé en los animales de los bosques huyendo del fuego, pensé en las laderas erosionándose en la próxima temporada de lluvias y coloreando los ríos de café, pensé en lo inconscientes que aún somos como raza humana. Y, sin pensar, le pedí perdón a la montaña, a la Tierra que tanto nos da y a la que tanto daño a veces hacemos, inconscientes de que el daño es a nosotros mismos. Y agradecí al agua porque va a llegar pronto para apagar los incendios, regar los campos, llenar los ríos y darnos de beber. Al final, y a pesar de todo, siempre encuentro motivos para agradecer por la belleza que nos regala la Naturaleza y que, ni siquiera cuando la estamos destruyendo se pierde, al menos no para la cámara de un buen fotógrafo como el que me ha acompañado estos días -lo que se ve en la foto es el Cerro Gordo ardiendo y rodeado de humo-. ¡Gracias Jaime!  y gracias, una vez más, al Gobierno del Estado de Durango por su ayuda para fotografiar la cuenca desde el aire.