De entre los muchos afluentes que alimentan el río San Pedro Mezquital hay uno que ha llamado particularmente mi atención. El arroyo El Naranjo tiene varios de los rincones más fotogénicos de la cuenca y es la arteria que da vida a la comunidad huichola de mismo nombre. Anoche fuimos allí para dar una presentación sobre el trabajo que llevamos realizado hasta la fecha y fue muy conmovedor, ya que comprobamos una vez más el poder de las imágenes para contar historias y convencer. Tras una noche durmiendo al raso algo ajetreada –lluvia, un burro rebuznón atado a dos metros del campamento y narcocorridos a todo trapo hasta las 2.00 am (esa tranquilidad bucólica de los pueblos mexicanos está solo en nuestra imaginación)– salí temprano esta mañana para intentar captar de algún rincón del arroyo que transmitiese la tranquilidad de la zona. A esas horas, con el sol de frente y el murmullo del agua, y sobre todo, con la noche que habíamos pasado, me empezó a entrar una modorra considerable. Casi se le acercaba a la que me está dando ahora así que me temo que esto va a ser todo por hoy. Mañana a mediodía más. Segundo intento al carpintero…