Después del camino recorrido para llegar al Palmar de Cuautla con el fin de documentar la cada vez más ancha apertura del Canal de Cuautla y su biodiversidad, de la sesión fotográfica de aves (garza gris, pelícano café, charranes) soportando un telefoto pesado similar a una bazuka, y de los mosquitos que no daban ni un segundo de tregua, Santiago —junto con Octavio, Rodolfo y yo – baja satisfecho al final del atardecer por el trabajo realizado.
Este canal, abierto en el año 1976 con miras a incrementar la productividad camaronícola de la región, ha marcado un cambio trascendental en la vida de la gente que vive a su alrededor, y más aún, en las poblaciones de esteros aguas arriba que se ven influenciados por el agua marina que entra y los saliniza, y que modifica las condiciones del hábitat de las especies nativas. Es así como pescadores de escama tradicionales de localidades como El Pescadero o Francisco Villa, se especializaron en camarón por su alto valor en el mercado, comparado con el de la escama.
Sin embargo, el descontrol de las corrientes que lo agrandan cada día más pone en riesgo la sustentabilidad de estas actividades, ya que por un lado, la salinidad en ciertos lugares supera el límite del camarón y de otras especies. Por el otro, las comunidades pesqueras llegaron al tope de su capacidad de carga y ya vislumbran el tener que dedicarse a otra actividad dentro del sector turístico o comercial para seguir percibiendo lo necesario.